miércoles, 10 de abril de 2013

El libro de los veranos de Emylia Hall



Beth Lowe recibe un día la inesperada noticia de la muerte de su madre con la que hace años dejó de tener contacto. Junto con la carta que le anuncia esta pérdida, Beth recibe un regalo, "El libro de los veranos", en el que se recopilan los recuerdos y las fotos de los veranos que Beth pasó en Hungría junto a su madre, quien se separó de su padre cuando ella tenía 9 años. Por entonces, Beth siguió en Inglatera con su padre, pasando sólo cortos periodos vacacionales en Hungría, donde su madre había establecido su hogar.







"El libro de los veranos" es, entre otras cosas, una declaración de amor de su autora a Hungría, quien  pasaba también sus veranos en ese país. Pero además "El libro de los veranos" es también la historia de una madre y de una hija, la historia de un primer amor y la historia de un desencuentro y, sin embargo, siendo todas esas cosas a la vez, y aún reconociendo la cuidada y detallista prosa de Emylia Hall,  he sido incapaz de amar este libro. Es curioso cómo ciertos libros, por mucho que nos esforzemos, nunca podremos llegar a sentirlos, nunca podremos llegar a amarlos.

Obra del pintor hungaro József Rippl-Ronai

Mi relación con "El libro de los veranos" ha sido pues como la de Beth con su madre, compleja y contradictoria, por eso me resulta complicado recomendar esta novela pero también no recomendarla, porque dicen que siempre hay un libro para cada lector, y si bien éste no ha sido el mío, puede ser el de otros. Espero que sea así.


martes, 2 de abril de 2013

Mi última Duquesa de Daisy Goodwin



Newport, 1893. Cora es la hija única y heredera de la inmensa fortuna de la familia Cash. Las esperanzas de su madre, como la de muchas familias estadounidenses acaudaladas, se centran en que su hija contraiga matrimonio con un noble europeo, por lo que, a pesar del deseo de Cora de liberarse del férreo control de su madre, no podrá evitar viajar a Londres con ella y su sensata sirvienta Bertha. Una vez en Inglaterra, Cora no sólo conocerá al misterioso Duque de Lullworth sino también tendrá que lidiar con la familia de éste y, sobre todo, con las arraigadas costumbres de la aristocracia inglesa, orgullosa de no mostrar nunca sus sentimientos en público.




Consuelo Vanderbilt (1.877-1.964)


La autora, Daisy Goodwin, se inspira para su primera novela en la vida de Consuelo Vanderbilt, rica heredera americana que, como muchas otras de su generación, fueron criadas por sus progenitores con el objetivo de emparentar con la nobleza europea y conseguir de este modo lo único que el dinero no podía comprar, un título. De este modo, desde pequeñas, se les instruía en idiomas, música y todas aquellas enseñanzas que les fueran útiles para desenvolverse con soltura en los ambientes más elitistas.







Consuelo Vanderbilt, finalmente, después de que su madre barajase a varios pretendientes, contraería matrimonio con el Duque de Marlborough aunque su vida como Duquesa distó mucho de ser perfecta, pues el matrimonio terminó en un divorcio consentido por ambos. 

 Las experiencias y vivencias de Consuelo Vanderbilt fueron relatadas por ésta en su autobiografía, de reciente publicación en España por la Editorial Aguilar ("La Duquesa de Marlborough"), que constituye un complemento perfecto a la lectura de "Mi última Duquesa".





Gracias a esta deliciosa novela podemos trasladarnos con todo detalle a esa época de esplendor pero también de grandes diferencias sociales, en la que existieron curiosos personajes como Lady Paget, viuda americana que ejerció como casamentera para las jóvenes de su misma nacionalidad que llegaban a Inglaterra y que en "Mi última Duquesa" tiene su correlativo en la señora Wyndham, que trata de aleccionar a Cora sobre como comportarse en ese nuevo mundo, tan distinto del que deja atrás.


Sin embargo, las verdaderas protagonistas de "Mi última Duquesa" son Cora y su leal criada de color, Bertha, tan diferentes y al mismo tiempo tan parecidas, pues ambas saben lo que es sentirse extranjeras y observadas allá donde vayan, ambas creen en el amor y ambas se sienten solas, aunque estén rodeadas de gente. Por eso, cuando contemplamos a Cora y a Bertha podemos con facilidad llegar a comprender que el mayor privilegio del ser humano es, sin duda, ser el dueño de su propio destino.